Te damos gracias, Señor, porque en la vida de San Agustín nos muestras la grandeza de tu misericordia y la fuerza de tu perdón.
Bendice a nuestra familia agustiniana!
“Cierto estoy y ninguna duda me cabe, Señor, de que te amo. Con el dardo de tu palabra heriste mi corazón, y te amé. El cielo y la tierra con todo lo que contiene me dicen que te ame; y a todos se lo dicen tan claro, que si no te aman, no tienen excusas.
Tú compadecerás más altamente a quien ya compadeciste y le concederás tu misericordia a quien ya se la concediste, porque si no fuera así, los cielos y la tierra cantarían tus alabanzas ante un mundo de sordos.”
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